Historias para pasar el rato

Transporte Público:

Se que siempre toco este tema, es tan habitual que lo haga, pero lo que sucedió hace unos meses fue memorable. Me subí a un camión llamado ''el altiza'' aquí en mis lares. En ese momento yo me sentía engentada por el calor y accedí a utilizar ese transporte porque va bastante rápido y lo único que deseaba era llegar a mi casa y recostarme (no había dormido bien en esos días) un rato a dormir.

El caso es que me senté justo en el asiento que va atrás del chofer, para bajarme pronto. El chofer era el tipo de persona que lo tiene TODO, y con todo no me refiero a belleza dinero y esas cosas, no señor, tenía todo para caerme en la punta del hígado: manejando mientras hablaba por teléfono, del tipo de la gente que tira la basura en la calle y por si fuera poco había otro par de gandules que estaban haciéndole plática.

Iba lento y, por si fuera poco, estaba convirtiendo en caja de sardina al marcopolo. Mi paciencia estaba agotándose. Una señora con bebé en brazos se subió y le cedí el lugar, pues evidentemente, no había caballeros, y los supuestos ''hombres'' se hacían los dormidos. 

No se cómo fue, pero creo que me convertí en Hulk: hambre + sueño + enfado= Némesis de Resident Evil. La gota que derramó el vaso fue cuando otra mujer abordó el camión con un infante de meses en brazos, ella estuvo a punto de caer en uno de los frenones que el cafre conductor dio, como pude la ayudé a no perder el equilibrio. Un tipo observó la escena pero fue incapaz de levantarse y cederle el lugar, solo giró el rostro hacia la ventana, otro idiota dijo ''aguas'' con su infame voz. Fue suficiente, alguien debía hacer algo y ese alguien... era yo. Sin tomar aire me puse a decir 

''Cuidado señora, aquí al parecer no hay hombres y si los hay seguro tienen pene de adorno'' me miraron horrible y una doñita mayor dijo: 

''Si es cierto mija, no sirven mas que pa' pura chingada''

''Y lo peor es que se hacen los desentendidos'' respondí.

''No han de tener madre los cabrones'' repuso la señora ''ven que la muchacha se le anda cayendo el bebé y se hacen pendejos''

Fue memorable, porque un tipo de pronto se puso de pié y dijo:

''No todos somos así doña, muchacha, yo andaba dormido'' cediéndole el asiento a la joven madre.

Los gandules que le estaban haciéndo plática al chofer dijeron cuando bajé del vehículo:

''Ya se va la señorita Laura, cuidado desgraciados, shaaaaaaaaawwwwwwww''

Me cayó en la punta del hígado el comentario, pero ahora me ataco de la risa, no se como pude atreverme a hacer eso.              
                  
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El gato negro

Esta es otra de mis tan penosas anécdotas. Yo no se si nací con una sombra a mi alrededor, un maleficio, la mala suerte rodeando mi aura, no tengo idea; pero es que ¡como me pasas cosas absurdas!, ¿por qué siempre a mi?, ¡como he llegado a ser tan torpe y despistada! (comienzo a pensar que por eso sigo sin novio), es que todo el mundo hace cosas y le salen bien, pero a mi me pasa lo peor :(        
Para no alargar de más, resulta que era sábado en la tarde y yo en casa en lugar de estar en una fiesta como cualquiera de mi edad, mi familia salió y mi madre me encargó cocer unas piezas de carne. Por supuesto, lo olvidé y como... siempre, a las carreras. Mi gato se plantó frente a la puerta y... como siempre... exigió que lo dejara entrar. Entró, me recosté en el sofá y el gato se acomodó sobre mi regazo. 

Pasó un buen rato, lo suficiente para que la carne estuviera completamente cocida. Así que puse las piezas en otro recipiente y lo coloqué en la barra de la cocina para que se enfriara. Regresé a mi lugar y busqué algo interesante que ver en la tv, tuve suerte de encontrar un episodio de Miranda en BBC.

Sin embargo, la intuición femenina me decía que algo andaba mal, no pregunten, pero fue de esas ocaciones que en tu interior sientes el peligro. Sherlock (el gato negro) no estaba. Con pánico giré el rostro hacia donde estaba la carne y mis peores miedos se materializaron: Sherlock estaba devorando la carne, pero no solo eso: mi madre estaba por entrar a la casa.

Es común que hagamos cosas estúpidas en momentos de peligro, así que tomé al gato, lo encerré en un mueble y preparé un discurso. La verdad no sirvió de mucho y el gato se escapó, mi madre se molestó bastante y se preguntó como era posible que a mi edad no pudiera ser responsable, que no comprendía como estaba en la universidad siendo tan olvidadiza. Se le pasó pronto el disgusto, pero como disculpa me obligó tocó cocinar y bueno, la cocina se me da muy bien, así que por esa vez resulté ilesa.            

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La libertadora

Cuando estaba en la prepa era izquierdista, soñaba con la justicia y con ayudar a alguna especie de héroe nacional a eliminar la corrupción del país y también ayudar a los necesitados, repartir los bienes... ¡comunista!, pero crecí, descubrí el mundo real y me limité a... olvidar esas ideas.                                         

El punto es que en la prepa estaba un guardia, que siempre odié (antes odiaba a cualquier policía, militar
y cualquier tipo de burócrata, debo destacar que tengo familia en las fuerzas armadas), y bueno, ese sujeto estaba cual perro guardián en la puerta de entrada y aunque los maestros le dijeran que nosotros estábamos autorizados para salir, a él le importaba un cacahuate, no nos dejaba ir. Y me dirán ''es que era su trabajo, por eso lo hacía'', no señor, porque el tipejo decía: ''los dejo salir si juntan entre todos $50, hagan coperacha''. Esa vez mis compañeros, incluida yo, aceptamos el trato, pero porque no encontramos al prefecto y el tipo decidió ignorar la petición de la profesora.
Como una semana después, nos tocaban dos horas de la clase de informática pero la profe ya había dado calificaciones del mes y no teníamos tareas pendientes, de modo que nos dejó salir temprano. Con gran alegría en nuestros rostros juveniles con acné, nos dirigimos a la salida cual perrito sin correa. Pero el guardia se interpuso entre la libertad y la prisión.

'' ¿A dónde van?'' cuestionó el villano.

''La profe nos dejó salir temprano'' respondió uno de mis compañeros.

''Yo no sé nada, de aquí no salen...''

Entonces otro chico fue por la profesora para que le dijera al guardia que teníamos permiso de salir. En menos de dos minutos apareció ella. Respiramos aliviados.

''Déjelos salir, ya entregué calificaciones y no habrá clase''

''No se puede maestra, debe de haber una orden de la dirección''

''¿Cuál orden?, si yo los dejé salir, son mis alumnos y yo les dí permiso de irse''

''No maestra, no se puede''

Los ánimos comenzaron a calentarse, nosotros queríamos salir, la maestra estaba frustrada y el tipo se regocijaba. 

''Andele, la otra vez bien que nos dejó salir'' dijo alguien.
''No, yo nunca los dejo salir jovencito''

''¿Cómo que no, y la otra semana qué?'' me aventuré a decir. 

El tipo me lanzó una mirada inquisidora.

''No se de que me hablan''

''¿Entonces ahora no nos va a pedir dinero para salir?'' Las miradas se fijaron sobre mi y la maestra se quedó boquiabierta.

''Mira niña, no me estés levantando falsos, ahorita a ver si repites eso frente al prefecto''                         

La suerte fue tal que el prefecto llegó pronto para ayudarnos.

''¿Qué pasó aquí maestra?''

''El guardia no deja salir a los muchachos, yo ya les dí permiso de irse porque la clase que tenían es conmigo pero no entiende''

''Es que no se puede. Pero esta chamaquita me está levantando falsos''

''¿Cómo está eso?'' dijo el prefecto.
''Es que la otra vez nos dijo que juntáramos $50 entre todos para dejarnos salir'' respondí. El guardia estaba fúrico, mis compañeros tenían un semblante serio y otros estaban emocionados.

''¡Mira niñita, deja de levantar falsos!''

''Los muchachos no hablan por hablar, ya váyanse niños...''

''No, primero que ésta niña aclare lo que dijo y...''

''No es la primera vez que pasa algo así Juan, deja en paz a los muchachos y dedícate a hacer solo tu trabajo''

''¡No!''
''Chamacos, ya váyanse a sus casas, nos vemos mañana'' agregó la maestra.

''No te sientas con mas autoridad que la maestra o que yo...'' alcancé a escuchar mientras me alejaba.

Desde ese día me volví por así decirlo ''famosa'', pues mis compañeros le contaron lo sucedido a chicos de otros salones y bueno, fue interesante. También, como era de esperarse, el guardia me tomó coraje, y siempre buscaba algún pretexto en mi uniforme para prohibirme la entrada, fue tal el coraje que el prefecto se vio obligado a esperarme en la entrada para que el tipo me dejara pasar. Por suerte, para el semestre siguiente lo habían despedido por... esa es otra historia.  

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¿Y quién me va a pagar?                                                  

Esto me pasó hace poco, iba a casa de una amiga para hacer nuestro trabajo para la clase de televisión, pero, mi estado de salud era deplorable. Estaba despierta pero dormida, como bajo el efecto de estupefacientes o mota, tenía los ojos abiertos pero estaba inconsciente. 
Extrañamente logré tomar el camión correcto y me acomodé en uno de los asientos de enfrente, para bajar rápido. 

Lo molesto de cuando me enfermo, es que me embarga una sensación de paranoia, me precipitó a lo que hago y me vuelvo más despistada, es una condición bastante complicada. 

Entonces, pedí que se parara el camión y bajé a toda prisa. El semáforo en rojo y frente a este una de esas bancas color verde con publicidad de casas de empeño en el respaldo. Tomé asiento y con torpeza me dispuse a buscar el teléfono y así llamar a mi amiga. Todo era normal hasta que una voz furiosa me sacó de mis pensamientos.

''¿¡Y quién me va a pagar!?'' levanté la mirada y desde su cómodo asiento de calafiero me lanzó una mirada molesta. Así fue que comprendí todo: en ese camión no pagas al subir, sino al bajar, de modo que yo solo bajé a toda prisa del vehículo sin tomar en cuenta el pequeño detalle sobre pagarle al chofer por el servicio.

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''Disculpe, se me fue el rollo, tenga'' dije al tiempo que le entregaba el dinero a toda prisa. Pero el tipo no acepto mis humildes disculpas y dijo:

''Vieja loca... '' con desprecio. Los demás pasajeros me lanzaron miradas inquisidoras, como si realmente hubiese sido intención mía no pagarle al calafiero. Aceleró y se alejó a toda prisa. Yo permanecí sentada y sonándome la nariz congestionada. Que pena...             

Whitxima

Bien, resulta que por azahares del destino conocí a un tipo, pero no a cualquier tipo, sino a uno de esos que viven en Narnia o Neverland literalmente, de esos que se hacen los inteligentes pero realmente solo dicen estupideces que ni ellos comprenden.

Este caballero se interesó en mi (sí, tengo pegue con los locos jajaja, igual me gustan, pero éste no), el punto es que primero... para acercarse a mi me dio un discurso fumadísimo: que en el plano universal existían otras realidades y que en otra vida él me había conocido, que tuvimos una historia de amor pero que había terminado trágicamente, así que la profecía del dios norecuerdocomodijo era que nos volveríamos a encontrar para vivir a plenitud nuestro amor. Claro, y yo soy alta.
Por supuesto que le seguí el juego, estaba aburrida y me pareció entretenido descubrir que otras fumadeces inventaría. En efecto, yo no me iba a quedar atrás y le hablé de Cthulhu, le dije que mi vida se regía bajo los mandatos del máximo señor del universo. Él, por su parte, mencionó a deidades y princesas, dijo ''nací para que llegará el momento de encontrarnos, nací para conocerte y ser felices como en la otra vida''.

Pero, era obvio que intentaría algo más: intentó besarme, ante mi evasiva dijo:

''¿No lo entiendes todavía Whitxima?, tu y yo estamos destinados a vivir un amor como ningún otro, ¡te amo!, siempre te he amado, te he amado desde antes de conocerte, te he esperado dos vidas, mi diosa Whitxima'' tomándo mi mano y besándola ''te amo, mírame a los ojos, ¿puedes ver lo que siento por ti?''

Fue tan incómodo y como siempre: terminé huyendo. El tipo después me llamaba y decía ''Whitxima, ¿por qué huyes a nuestro amor?'' jajajaja, un loco de remate. Hace poco supe que se consiguió una Whitxima, tal vez no era mal tipo, pero seré realista: no busco un cuento de hadas, solo alguien con los pies en la tierra y ese definitivamente no era él. Lo peor es que se atrevió a decir que los novelistas no sirven, ¡ese fue su mayor error!

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Tengo más historias de escapismo, unas bien interesantes de vecinos (del asesino en serie, el músico frustrado y también el chico sui generis) mi familia me las recuerda a cada rato y se burlan de mi, pero, esas las contaré en otra ocasión.

Au Revoir!!!!!!!♥

¡¡MIL GRACIAS POR LEER!!  

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